Yo tenía 4 años. Estaba sentada en la puerta de la casa mirando el día de Feria. De pronto un señor se acercó a mi y me regaló un hermoso perro cazador color caramelo. Sus ojos eran café claro y su pelaje suave y brillante. Lo llame Fido. Feliz lo tomé en mis brazos, subí las escaleras rápidamente, al mostrarle el perro a mi mamá. Ella pensó que lo había robado, entonces me acompañó para que lo devolviera. Me costaba bajar las escalas con tanta tristeza y desilusión. Llegamos hasta donde el señor, mis ojos estaban nublados de tanta lágrima y con el corazón arrugado le devolví el perrito. Ėl muy amablemente habló con mi mamá y le aclaró que el perro era mío, que él me lo regaló. Mi mamá no tuvo más remedio que aceptarlo. Que alivio!. A partir de ese momento Fido y yo fuimos inseparables. En ese entonces me hacían unos ejercicios de ponerme un parche en un ojo, pues Fido siempre tendría un parche de esparadrapo en el ojo correspondiente. Fido fué un ángel en mi vida, con tanta paciencia y tolerancia, se convirtió en mi cómplice y confidente de mi infancia.
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