Mi amiga me llamó para recordarme que me tenia un gato, que si lo recogía en su casa o me lo llevaba al colegio. Ante esta idea le conté a mi hermano y me acompaño por él. Fuimos en moto y me lo traje en la cartera de lona, se veía hermoso tan pequeño, con el pelaje amarillo, nariz rosada y unos ojos amarillo intenso que sobresalían!. Lo llamé Pomponio porque sus pelos se parecían a las flores amarillas llamadas Pompones.
Era un gato tierno, juguetón y sociable. Él llegó cuando mi papá se murió, tomando la atención de toda la familia. Era el rey de la casa. Viviamos en un sexto piso de un edificio en el centro y cuando estaba en el colegio, en los descuidos de mi mamá se le salia por la puerta y se perdía, al principio ella se asustaba, pero se dio cuenta que era un gato andariego. Le encantaba ir a dormir la siesta con los muchachos del cuarto piso o salirse del edificio e ir al hotel contiguo a dormir en los sofas de la recepción donde era acariciado por todos los huéspedes. Cuando mi mamá, me pedía que hiciera un mandado, yo iba con el gato caminando con una traílla como un perro y como era tan grande muchos pensaban que era un tigrillo. Cuando nos íbamos en bus para la finca yo lo llevaba cargado y él apoyaba su cabeza en mi hombro.
Pasó mucho tiempo y el gato comenzó a manejarse mal en casa y mi mamá me dijo que debía llevarlo para la finca definitivamente. Una vez allí vivía libre y contento. Un día en uno de sus paseos, conoció al inspector de policía de la localidad y se enamoraron. A partir de ese momento Pomponio vivía mas tiempo con él que en la finca. Al tiempo el inspector recibió la noticia que lo trasladaban a otro corregimiento, entonces él fue a hablar conmigo a ver si le dejaba llevar el gato. Ante ese amor yo le regalé a Pomponio, seria mas feliz con él.
Entendí que yo había sido su mamá por mucho tiempo, pero que el inspector era el amor de su vida.
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