En los recreos de bachillerato vendían unos pasteles hojaldrados de guayaba calientes que los hacían a una cuadra del colegio. Eran deliciosos o no se si era el hambre!. La moda era comerlos y disfrutarlos por capas. La más preciada era la de arriba que tenia el azúcar caramelizado. Luego continuábamos capa por capa hasta llegar al tesoro de la guayaba!... era toda una experiencia que todas las de mi generación tatuaron en su mente. Despúes de esos pasteles, nunca he encontrado ninguno que se le parezca y se pueda comer de esa forma.
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