Eran los 70's. Estabamos mi hermana y yo en Barranquilla y unos amigos de mi hermana, que como decía mi mamá, eran gente de verdad verdad!, nos invitaron a un sancocho en la finca del alcalde de esa época de la ciudad. Como permaneceríamos en la ciudad, solo habíamos llevado ropa muy formal y zapatos muy altos, asi que nos fuimos demasiado bien vestidas para el almuerzo del alcalde. Llegamos como a las diez de la mañana y ya había mucha gente, toda muy prestante. En mente teníamos un concepto de finca muy diferente. Como a una hora de la ciudad, nos encontramos en un tierrero plano y extenso con escasa vegetación en la que se contaban dos arbustos escuálidos con pocas hojas. La tierra era arenosa y se enterraban los tacones, dificultando dar el paso. La única construcción era un caseta de metro por un metro donde guardaban algunos enseres. Esa era la finca!. Habian dispuesto al lado de un árbol mesas y sillas metálicas donde nos sentamos y no nos paramos sino para regresar. Hicieron un fogón improvisado al lado de la caseta. Eso si abundante whisky y música. Como a las tres de la tarde sirvieron el almuerzo y como eramos las foráneas nos atendieron primero. Era un plato hondo rebosando de caldo con tres gordos gigantes en la mitad y unos ojos de grasa por toda la superficie y fuera de eso no había ni un limón para mejorarlo. Mi hermana y yo nos mirábamos, pero ante el hambre tan horrible que teníamos era mejor comer el famoso plato. Este si nos calmo el hambre, pero nos dejo una capa gruesa de grasa en el paladar que casi no se quita..... porque para colmo la única bebida disponible era whisky!... ese fue un sancocho memorable!.
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