Cuando eramos adolescentes, una de las actividades en la finca era salir a caminar hasta la finca El Paraiso, aparte de disfrutar de un espectáculo de paisaje por el camino largo hasta el fondo de la montaña, el destino era un oasis de frescura con una vegetación de un verde muy particular lleno de mucha variedad de frutales con unas cosechas exageradas. Entonces parte del paseo, después de tomar el algo o refrigerio, era la recolección de frutas para llevar a casa. Para este fin cada uno llevaba una funda de almohada, las cuales llenábamos de madroños, manzanas criollas, corozos de chonta, mamey, guamas, carambolos, algarrobos, nísperos, limones injertos, pomelos entre otros. Una vez obtenida la dosis personal de frutas, retomábamos la caminata de vuelta a casa, siempre con una parada obligatoria para ver el atardecer y asaltar cada uno su bolsa, para disfrutar y alivianarla para subir mas facil la loma. Al llegar siempre comparábamos lo que cada uno recogió.