Él había perdido su esencia en el afán constante de obtener aprobación de su familia. Su prioridad era demostrar hasta donde podía llegar, no importaba a costa de qué o de quienes. Pasó de disfrutar los momentos a documentarlos. Por años busqué ese hombre que hacia desvanecer todos mis temores con su mirada dulce y cálida, aquel que con un abrazo hacia que fuéramos invencibles, aquel que una taza de café compartíamos largas conversaciones, ese complice, ese amigo, ese compañero que llenaba mi vida de alegría, aquel que me hacia sentir querida e importante, aquel que era la razón de cada amanecer, pero sólo encontré el que miraba despectivamente por encima del hombro a todo el mundo, aquel que imponía sus pensamientos y sus deseos, aquel hombre que menospreciaba y maltrataba a los demás. Que pesar!. Se quedó perdido, solo queda su recuerdo.